domingo, 3 de junio de 2018

El "gen" de la espiritualidad

   En el momento en que se escribe este artículo aún se considera que Homo hábilis, un homínido con un cerebro algo mayor que el de los australopitecus —estos últimos algo así como chimpancés bípedos— fue el creador de las primeras herramientas de piedra hace algo más de dos millones y medio de años. Durante aquel tiempo, en algún lugar del planeta, muy probablemente en África, se desarrolló un tipo de inteligencia social y tecnológica sin precedentes. Era una época en la que diversas especies de homínidos coexistían ramificadas a partir de antecesores comunes.

 Me gusta pensar, no sin cierta dosis de fantasía, en ese breve instante de la prehistoria del planeta donde ningún pájaro de hierro sobrevolaba los cielos, ni altos edificios colonizaban los llanos; donde todo estaba por descubrir y nada aseguraba la supervivencia. Pero lo que más me atrae en estas osadas elucubraciones es el momento concreto en que una de aquellas especies comenzó a hacerse preguntas mucho más complejas que aquellas relacionadas con la caza o el carroñeo. Preguntas más cercanas al plano existencial. Tal vez ese fue el comienzo, la evolución primigenia e incipiente de lo que hoy conocemos por ciencia y que tuvo su punto de partida en la filosofía. Sin embargo, prefiero centrar la atención en aquel homínido —u homínida— que se quedó maravillado al contemplar el fogonazo de un relámpago y fue capaz, por primera vez, de preguntarse por qué.

    El planeta ya no volvería a ser el mismo a partir de aquel suceso. Una cadena de acontecimientos y cambios medioambientales pulularon en la arcilla de lo azaroso y causal, sin dirección preestablecida, extinguiendo especies, mutándolas y  apoyándose en todo momento en el tamiz de los mejor adaptados y sus descendencias. El motor de la evolución que Darwin llamóSelección Natural.

   No puedo pasar por alto que el nacimiento de una autoconciencia compleja debió  dar lugar al concepto espiritual. Y que éste último, como muchos otros fenómenos psicosociales, sufrió los mecanismos que Darwin definía, evolucionando y formando parte de los factores positivos para la supervivencia, quedándose incluido en el porcentaje del acervo genético de las poblaciones. No obstante, debo puntualizar, no lo hizo exactamente como elemento absoluto deespiritualidad, ni como un gen exclusivo para ello, sino como una predisposición a estos efectos. Eso explicaría a mi juicio muchas cosas hoy día acerca del éxito y desarrollo de las religiones y de la inclinación al esoterismo en nuestra especie y en todas sus culturas por más remotas que estas se localicen.

Si fue así o no —como todo en la prehistoria jamás tendremos la certeza definitiva— el tiempo y la ciencia nos lo irán confirmando. Entre tanto regreso a mi homínido reflexivo y su cielo abierto, a su mirada vidriosa y a sus lejanos pensamientos.

Andrés Ruiz Segarra.

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Andrés Ruiz Segarra

"Un tiempo que va más allá de la Historia, que precedió a la humanidad, y que determinó lo que hoy somos y el lugar que ocupamos en este planeta"